La primera víctima del mayor caso de corrupción en España no son los corruptos, no, sino el magistrado Garzón. Si los corruptos están en la calle, y los jueces justos condenados, algo falla en nuestra justicia. Los españoles tenemos la sensación en estos días que nuestra justicia no funciona.
Los procesos a Garzón indican una cacería judicial orquestada para evitar que la justicia investigue los crímenes del franquismo y para impedir que los corruptos del gürtel paguen por haber saqueado al contribuyente en Valencia, Madrid y Baleares.
La cacería judicial contra Garzón ha dañado la imagen de España en el mundo. Los medios de comunicación internacionales señalan nuestro país como un estado “en vías de desarrollo” o “tercermundista”, un país donde la democracia no funciona y nuestra justicia está al servicio de los delincuentes.
La condena a Garzón pone más énfasis en acabar con un juez honrado y justo, que en perseguir a los corruptos. Los corruptos han de ser perseguidos con todo el peso de la ley y no ser amparados por ella. El ciudadano no comprende ni comparte sentencias que dejan a corruptos en la calle y destroza la vida de jueces como Garzón.
La sentencia que condena a Garzón, a mi juicio, es errónea y arbitraria. Incluso pudiendo admitir que Garzón se ha equivocado, a partir de ahora, los jueces que en su trabajo cometan errores, podrán ser sometidos a un juicio por prevaricación. ¿Acaso esta sentencia implica que los jueces que vean revocadas sus sentencias “serán inhabilitados”? Desde luego es una reflexión a tener en cuenta.
Ni acatar, ni respetar ni compartir la sentencia contra Garzón, por lo que desde estas líneas me sumo a aquellos que entienden que nuestra democracia se ha debilitado. Garzón hace bien en recurrir al constitucional, sin duda, la mejor forma de no acatar, ni respetar, ni compartir la sentencia.