Virgen de la Soledad: rendido de gozos vanos, en las rosas de tus manos se ha muerto mi voluntad.
Cruzadas con humildad en tu pecho sin aliento, la mañana del portento, tus manos fueron, Señora, la primer cruz redentora: la cruz del sometimiento.
Como tú te sometiste, someterme yo quería: para ir haciendo la vía con sol claro o noche triste. Ejemplo santo nos diste cuando, en la tarde deicida, la soledad dolorida por los senderos mostrabas: tocas de luto llevabas, ojos de paloma herida.
La fruta de nuestro Bien fue de tu llanto regada: refugio fueron y almohada tus rodillas, de su sien. Otra vez, como en Belén, tu falda cuna le hacía, y sobre Él tu amor volvía a las angustias primeras... Señora: si tú quisieras contigo le lloraría. |